Bienvenidos. Mi nombre es Miguel. Es un placer para mí estar entre ustedes.
Libre albedrío: Es un gran tema. En los planos a los que pertenezco, tal concepto no existe. Debe ser difícil que lo entiendan, y es aún más difícil para mí explicarlo. De alguna forma, el libre albedrio, o sea la capacidad de tomar decisiones libremente, se da por una discordancia entre la vibración de la fuente y uno. Como hay un lapso, un espacio, en ese espacio podemos movernos. Tenemos un rango de acción, opciones. Pero a medida que evolucionamos, y nuestro ADN se alinea con la fuente de forma tal que cada vez es más difícil distinguir entre uno y otro, en ese momento, deja de existir la posibilidad de elegir. Ruego que no se confunda con un concepto de cárcel o de censura. Es que simplemente pierde sentido la elección, porque hay un único modo de vibrar, en concordancia con el todo. Pierde sentido elegir, la existencia simplemente es. Es mi mejor esfuerzo para explicarlo.
Por supuesto que para llegar a ese estado hay que pasar por estados anteriores, aprender a manejar el libre albedrío es esencial para llegar a la fuente. Como ustedes saben, estos son tiempos de retorno, de deshacer lo andado, y eso implica tomar decisiones. Las decisiones se manifiestan y se toman día a día en las acciones más pequeñas. A veces parece muy complicado no ir en contra del libre albedrío de los demás. ¿Por qué es tan complicado?
Tengamos en cuenta que desde la planificación de las vidas, muchas veces pactamos con el otro una falta a ese libre albedrío, como forma de aprendizaje. Escuché que decían que se aprender del dolor. Eso es cierto, de alguna forma, en planos como el de ustedes es inevitable recorrer el camino del dolor. Así se cierran círculos de karmas. No será así en otros planos. Pero es inevitable pasar por esto.
Es ese juego de ruptura del libre albedrío el que posibilita el nacimiento de situaciones dolorosas que nos hacen crecer. Entiendo que a veces parezca un poco lamentable eso de “valoro mi libertad cuando la he perdido” pero es esta forma de existir, por contraposición. Valoro la felicidad cuando estoy triste. La meta será, en algún momento de la existencia, valorar la felicidad por el simple hecho de que exista.
No hay que angustiarse por estar donde se está. No perdamos de vista que en la ansiedad por llegar a momentos más felices nos hace perder de vista el momento actual. Cada momento tiene una riqueza que es necesario explotar al máximo. No nos olvidemos que lo único que nos pertenece es el ahora, de nada más podemos aprender. Mi único libre albedrío, mi única libertad, es ya. Ni ayer, ni mañana: hoy y ahora. Si pretendo tomar el control de lo que vendrá, me estoy equivocando. Esa es una falsa idea de la libertad. La libertad está alineada en espacio y tiempo con el ahora y el aquí.
¿Si optáramos por el camino del amor, no se cerrarían igual los círculos karmáticos?
Los mundos densos y materiales como este imponen fuertemente sus pautas, sus formas de vivir y de crecer. Para vivir en torno a un ideal único de amor sería necesario desprenderse de los cuerpos físicos y de las realidades materiales de las sociedades. La idea es llegar a eso que tú propones, pero encuentro que para llegar primero es necesario caminar el camino del dolor. No quiero decir con esto que sea un camino único, sólo del dolor. El dolor convive con el amor y el amor se halla, a veces, a través del dolor.
Al estar atados, por decirlo de alguna manera, a un cuero físico y a un mundo que de desarrolla con grandes componentes materiales, se ven obligados as vivir de cierta manera, por eso es que desarrollan fuertes experiencias de dolor. Me gustaría aclarar que cuando digo “material” no hablo de materialismo o de consumismo, sino de las tres dimensiones, de lo físico.
Es importante alinearse. Sobre todo la alineación entre lo que siento, lo que pienso, lo que creo que debería hacer y, por sobre todas las cosas, algo que a veces nos impone ciertas trabas: Lo que creo que los demás creen que debería hacer. Así de complicado como es decirlo, es vivirlo. ¿Existe tal cosa? Porque hay una doble percepción: Lo que yo creo que los demás creen. Mi percepción, la de los demás, y lo que me llega a mí de esa percepción. Me pregunto si vale la pena siquiera intentarlo.
En mi humilde opinión esto es la consecuencia de un puzzle que no termina de encajar. Si todas las piezas, individualmente, tuvieran conciencia sólo de sí mismas y se dedicaran profunda y enteramente a satisfacerse a sí mismas, estos problemas no existirían. Es muy difícil, a veces, lograr el concepto de que no hay mejor unión que aquella en que cada una de las partes se ocupa nada más que de sí misma. Cuando yo estoy en pleno goce de mi individualidad, me alineo con el todo y dejo de esperar cosas de los demás, de atribuir al otro funciones para conmigo y para con los demás. Y a su vez el otro, si lo hace consigo mismo, deja de esperar cosas de mí, y yo dejo de sentir esa presión de tener que cumplir. Entonces la interacción, el intercambio, se vuelve libre. Doy por el simple hecho de dar, y el otro recibe simplemente porque lo desea. En eso estamos todos y a eso llegaremos. Es lo que se llama unión con el todo, que no es otra cosa que la unión conmigo.
Muy instructivo, para armonizarse con el todo, primero hay que armonizarse con uno mismo.
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